Mañana

30 agosto, 2014

Créditos de foto

“Todo irá bien, mañana” pensó cuando tiró de la cadena para alejar el monstruo de la cena  de si. Hoy no había podido vencerlo pero… mañana sí. Lo mataría para siempre. Esta vez no sería como las anteriores, no sería débil.

“Todo irá bien, mañana” se dijo en voz alta antes de sacar fuera de su cuerpo el desayuno. La entrevista de trabajo en la empresa donde siempre había soñado trabajar le estaba consumiendo. Los nervios se le agarraban al estómago desde que era un crío. Y todo el mundo se pone atacado en una situación así… ¿no? Esta vez tenía sentido haberlo hecho. Aún no podía creerse que tenía la entrevista. Aun no entendía cómo de entre millones de currículos, habían elegido el suyo. Algo debía haber fallado, algún descuido había jugado a su favor. Es por eso que no tenía muchas esperanzas. Cuando se descubrieran cómo era de verdad, ya no pasaría el proceso.

“Todo irá bien, mañana” Las cuatro horas diarias que empleaba en ir al gimnasio al lado del trabajo le ayudaban a sentirse eufórico. Conseguía descargar la tensión, sentirse poderoso, capaz de cualquier cosa. Incluso de invitar a salir a la chica que se sentaba dos escritorios detrás del suyo. Sin importarle una mierda el resto de babosos que tenía siempre a su alrededor. Le gustaba. No tenía mucha relación con ella, le daba pánico acercarse a hablar y empezar a tartamudear o peor, decir alguna tontería sin sentido. Delante del resto de moscones. La sola idea le producía escalofríos. Descubrirían que él realmente es un pringado mediocre que consiguió hacer sonar la flauta cuando pasó el proceso de selección. Se darían cuenta de que no merecía estar donde estaba. No era su lugar.

“Todo irá bien, mañana” Esnifó la cocaína. Aun le quedaba mucho trabajo por hacer y el proyecto debía entregarse al día siguiente. Su ascenso dependía del éxito del mismo. No podía dejar nada al azar. Todo el departamento estaba pendiente, deseando que tropezase y verle caer. Sentía su odio en la espalda. Nunca le perdonaron que fuera él quien conquistase el corazón de la chica más bonita de la oficina y la hiciera su esposa. Y la mejor manera de vengarse de ellos era convirtiéndose en su jefe. Entonces sabrían quién era él de verdad.

Padecer un TCA significa en ocasiones tener la falsa concepción de que éste desaparecerá tal y como vino, por arte de magia. Genera una falsa creencia en el paciente: todo se solucionará porque dejaré de hacer esto, no me supondrá ningún esfuerzo y volveré a la normalidad. No ven que han perdido la capacidad de elegir, su libertad porque ya está condicionada por los síntomas de la enfermedad. Hemos hablado en otras ocasiones sobre ello.  Ya hemos comentado que lo verdaderamente grave en un trastorno de la conducta alimentaria es la pérdida de libertad del paciente y frente a su sintomatología. A esto se le suma el autoengaño y la minimización de sus síntomas, dando como resultado una espiral de de conductas patológicas que se agravan según pasa el tiempo.

Todo irá bien si se ponen los medios para que vaya bien. Si se pide ayuda para vencer conductas que están integradas en el día a día del paciente. Si se cuenta con el apoyo del entorno. Seguramente no mañana, ni pasado, ni al otro.

Pero todo irá bien.

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