9 diciembre, 2012
Un reciente estudio de la Universidad de La Rioja, pone de manifiesto que los atracones en la población adolescente son más comunes de lo que podría esperarse. Casi un 7% de los cerca de 2000 adolescentes de entre 12 y 18 años que participaron, afirmaron haber tenido un atracón en los 6 meses previos al estudio.
Estos datos a simple vista pueden parecer poco alarmates. Desde luego, la frase “yo es que como por ansiedad” se ha convertido en una canción muy sonada a la cual nos hemos acostumbrado y hemos aceptado como válida. Este “comer por ansiedad”, en realidad se trata de la consecuencia de una pobre gestión emocional ante una situación estresante, que lleva al adolescente a recurrir a la sobreigesta compulsiva como una forma de huída ante el problema, una estrategia de no afrontamiento del mismo.
La ansiedad ha pasado a formar parte de nuestra vida, siendo hoy un concepto de dominio público. Hemos dejado de sentirnos nerviosos, ahora “tenemos ansiedad”, y es frecuente de la misma manera escuchar que “he tenido un ataque de ansiedad”. Esta adopción de conceptos tan a la ligera, lleva a quitarles importancia, y de esta manera, cosas que no son de ninguna manera aceptables, pasan a ser normales, frecuentes y cotidianas.
Los atracones son conductas alimentarias anormales, que consisten en una sobreingesta compulsiva en un corto período de tiempo, con la sensación de no poder parar.
Dada la normalización que hemos hecho de ciertas conductas, sería poco preocupante el hecho de que un adolescente se de esporádicamente un atracón como modo de afrontamiento. A todos nos resulta familiar la imagen de películas y series de televisión en las que la triste chica se abraza a un gran cubo de helado para aliviar sus penas. Se abre la veda, y en un futuro, si el atracón pasa a formar parte del repertorio conductual ante ciertas situaciones, puede trascender, convertirse en un trastrno por atracón, una bulimia, con las consiguiente complicaciones psicológicas y físicas.
En el estudio mencionado, se manifestaba la existencia de una correlación entre estas estrategias de afrontamiento de problemas basadas en la huída, y el atracón. Si el adolescente se ve sin herramientas para manejar ciertas emociones en las distintas situaciones, tenderá a este tipo de comportamientos indeseables, a falta de unas buenas estrategias de gestión emocional, como serían el afrontamiento y resolución de problemas, así como el apoyo social. Todo puede anticiparse, trabajando en pro del incremento de la autoestima, la asertividad, de la aceptación de las emociones y de la propia imagen corporal, desde los pilares que conforman la familia y el entorno.
La adolescencia es una etapa vital llena de estresores, tanto a nivel interno, como con la familia y el grupo de iguales. El deseo de pertenencia al grupo de iguales, la necesidad de cierta independencia de la familia, los estudios, la tolerancia a la frustración…, son algunos de los generadores de conflicto. No se busca eliminarlos, ya que son parte del aprendizaje y desarrollo psicológico. Lo que se pretende es generar patrones y alternativas funcionales, para afrontar todas estas situaciones a las que se enfrenta el adolescente en el día a día.
Es realmente importante el estar atentos a la señales de alarma, e interpretarlas como tal. No se come por ansiedad, al igual que no se fuma por ansiedad. Eliminemos de una vez este tipo de tópicos para poder enfrentarnos a la causa subyacente de las conductas, y así poder mejorar los aspectos pertinentes de las mismas.
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