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“No ser amado es una simple desventura. La verdadera desgracia es no saber amar” (Albert Camus)

23 agosto, 2012

¿Por qué lo llaman Amor cuando se trata de Dependencia Emocional?

Cuando se piensa en los trastornos de la conducta alimentaria lo primero que nos viene a la mente es la imagen de una mujer seguido de todos aquellos síntomas relacion

¿Cómo son las parejas que eligen nuestras pacientes? ¿Se puede separar la sintomatología individual del trastorno y mantenerla al margen de sus relaciones sentimentales? Lo cierto es que no, lo cual no significa que ninguna de las pacientes pueda mantener relaciones sentimentales saludables y satisfactorias.

Las pacientes que sufren el trastorno de la conducta alimentaria tienen una marcada tendencia a introducirse, y mantener en el tiempo, relaciones de pareja dependientes, y es en dichas relaciones donde se proyecta mucha sintomatología que variará en función de la gravedad del trastorno.

La pareja, en ocasiones, se convierte en la búsqueda y en la fuente de una seguridad y protección que ellas mismas no sienten internamente. Nuestras pacientes confunden a menudo el respeto por el espacio individual con la falta de amor e interés de su pareja… “si prefiere salir con sus amigos significa que no me quiere”…, necesitan ser imprescindibles para el otro con el fin de fomentar el lazo dependiente que les une y que les dará la confianza de la no ruptura. Confunden el “amor” con el “enganche”, necesitando llamar a la pareja por teléfono varias veces al día, necesitando disponer de ella, así como estar siempre disponibles para ella, llegando a supeditar otras importantes relaciones como las familiares, las relaciones de amistad… Miles de canciones y películas no ayudan a contrarrestar el mensaje “sin ti no soy nada”. Las pacientes conviven con el miedo… “miedo a que el otro descubra que soy un fraude”, “miedo de que el otro se dé cuenta verdaderamente de cómo soy y no de lo que aparento ser”… por ello, suelen anteponer y complacer las necesidades y los deseos de los demás a las suyas propias, como el mejor modo que encuentran de evitar el rechazo, así como el abandono de los demás. Por ello se “arrastran” y tienen que aprender a “cotizarse”. En ocasiones su pobre autoestima les lleva a soportar desprecios y humillaciones e incluso a tolerar el maltrato físico y psicológico de sus parejas; relaciones tormentosas de un enorme sufrimiento donde los celos, síntoma de su inseguridad, se utilizan para comprobar y medir “cuánto amor siente el otro por mí” o comparar “si otra chica vale más que yo”. Suelen realizar excesivas demandas de atención para así calmar su sed de refuerzo insaciable.

¿Significa esto que estarán condenadas a vivir en su cárcel de amor? No, en la medida en la que nuestras pacientes consigan amarse a sí mismas podrán encontrar con libertad el amor que tanto anhelan.

 

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