La batalla contra las princesas

31 enero, 2015

«Nadie dijo que fuera fácil llegar a ser princesa»

Si tecleas esta frase en un buscador en internet, inmediatamente salen miles de resultados entre imágenes, noticias, blogs, canales de videos… etc. que nada tienen que ver con la pertenencia a la aristocracia o poseer sangre azul. Te llevan a un universo mucho más perverso y oscuro, no apto para todos los públicos sin lugar a dudas. Allí gobiernan Ana y Mía. Ellas no son princesas. Son unas tiranas de la peor calaña. De las que disfrutan subyugando al mundo. Son personificaciones de los trastornos de la conducta alimentaria, una dolencia que cada día afecta a más personas en el mundo sin distinción de sexo, edad o raza. Pero Ana y Mía no se presentan al mundo como lo que son: una enfermedad que nadie elige y que puede conducir a la muerte si no se trata correctamente. Se han construido una carta de presentación más amable. Se definen como una opción, un estilo de vida, una red de apoyo para conseguir el objetivo: convertirse en princesa. A cualquier precio. Llenando la vida de sufrimiento, soledad y angustia. Atentando directamente contra tu integridad física y psicológica porque, al más puro estilo maquiavélico, el fin justifica los medios.

Espero que no les suene esta situación. Una chica joven, adolescente, alegre, inteligente que, misteriosamente, pasa a estar completamente enfadada y de morros continuamente a la vez que su peso varía drásticamente en poco tiempo. No es el único patrón, aunque sí uno común. En el mejor de los casos, los padres se perciben el cambio y lógicamente se preocupan. Y empiezan a investigar qué es lo que está pasando con sus hijos. Este es el caso de Lidia Amella, una madre que descubrió que su hija había desarrollado un trastorno de la conducta alimentaria y que había estado consultando en Internet webs pro Ana y Mía. En estas páginas había encontrado consejos para conseguir sus objetivos patológicos relacionados con el cuerpo y la comida, cómo disimular y hacer pasar desapercibidos; los síntomas. Y, si para conseguir ese objetivo debía mentir, dañarse a sí misma y a todos los que tenía a su alrededor no importaba lo más mínimo.  Estas webs usan perversamente el concepto princesa aprovechando la connotación positiva que se tiene en mente de la palabra. «No es fácil llegar a ser princesa» es uno de los primeros mensajes que encuentras. Una proyección del fin en positivo con una ristra de consecuencias negativas y, en algunos casos, irreversibles

Imaginen la cara de esta pobre madre cuando descubrió el contenido de las webs que visitaba su hija. Y decidió no quedarse de brazos cruzados. Lidia Amella ha promovido en el portal change.org una petición  al Ministerio de Justicia y al Ministerio  de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad  para hacer un esfuerzo mayor en cerrar estas páginas o bloquear sus contenidos. A día de hoy ha conseguido casi 225.000 firmas, pero aún queda mucho camino por recorrer. De momento, hay un vacío legal importante con respecto a este asunto porque a pesar de su clara orientación a la autodestrucción del individuo, no vulneran el código penal por lo que su cierre depende de la moralidad de los portales que alojan este tipo de páginas. Parece aún queda un largo camino por recorrer para regular una situación legal idónea.

Vivimos en un mundo donde la tecnología va por delante de las personas. Y depende del uso que se le dé, esta tecnología puede convertirse en nuestro aliado o en nuestro enemigo. Por si fuera poco la amenaza de las proAna y proMía en internet y en las redes sociales, también se están colando dentro de los smartphones. Empiezan a proliferar grupos de Whatsapp que sirven de punto de encuentro para las «princesas». Su función es la misma pero se hace mucho más complicado su detección ya que es un medio más personal e inmediato a la hora de encontrar respuestas. Estos grupos se convierten en una red autodestructiva de los miembros que los componen porque no se puede hablar de apoyo cuando claramente se está atentando contra uno mismo y ayudando a que los demás imiten ese comportamiento. Debemos poner en nuestra lista de prioridades cómo gestionar este asunto, tanto desde el ámbito sanitario como desde las instituciones públicas y la población general.

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One Comment

  1. Odina Prat dice:

    Buenas me llamo Odina y también como Lidia tengo una hija con transtorno alimentario, la verdad que una vez entras dentro de este rol es difícil de salir pero con mucha terapia con un buen centro cualificado y siguiendo las pautas de los terapeutas y con firmeza por parte de la familia y mucho Amor se consigue.
    La verdad que estas paginas de Ana y Mía son muy destructivas y no ayudan nada a los adolescentes que van creciendo hoy en dia.
    Yo le llamo la enfermedad del siglo XXI ,aunque ya viene de muchos años atrás hoy en dia ha hecho el gan BOOM debido en la sociedad el cual vivimos.
    En las redes comerciales si son muy culpables y ellos son los que tendrían que cerrar estas paginas en el momento que hay demandas por petición de un gran número de firmas para que se cierren.
    Yo como Lidia y como muchos padres estamos viviendo esta enfermadad y luchando contra ella.
    Estamos aprendiendo un montón porque nuestr@s hij@s a la vez que nosotros aprendemos ellos aprenden y tambien nos enseñan.
    Tenemos que tener buenos centros para poderles ayudar,no se trata solo de una infección y en 2 meses me dan el alta y estoy curad@ sino tiene un periodo largo y tiene que haber mucha terapia, mano firme por partes de terapeutas y padres sin bajar la guardia y no permitir ni una, peto mucho AMOR hacia ellos.
    El amor a nuestr@s hij@s es incondicional y la enfernadad es tan cruel que tienes que luchar no contra ellos sino contra la enfernedad, eso siempre se lo comento a mi hija que lucharé por encima de todo y sino lo hace ella lo hare yo por ella.
    Tenemos un gran familia que son 5 hermanos que se quieren mucho y los padres y abuela.
    Y por el bien de tod@s vamos a estar unidos y a luchar.
    Espero que mi granito de arena haya podido ayudar.
    Un abrazo

    Odina

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